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Como si fuera el corolario casi lógico de una historia atravesada desde siempre por desigualdades e injusticias naturalizadas, en nuestro país, los conceptos de Patria, Honor y Populismo han sido apropiados por una porción de la sociedad, particularmente por los sectores dominantes. En toda lucha cultural, impregnar de sentido un concepto implica llenarlo de valores que responden a un modelo de sociedad y a ciertos intereses. Durante muchos años, ese modelo estuvo asociado a un Estado débil, a un desprecio por los sectores subalternos y populares, a cierto “cipayismo” con los poderes internacionales de turno (relaciones carnales mediante), a la supremacía de lo privado por sobre lo público, a que la prensa es una suerte de ente “independiente” (¿independiente de qué?) y a tantas otras supuestas verdades que intentaron sacralizarse.

El EDE surgió, también, con el imperativo de batallar por el sentido común. Y esta es, quizás, su misión más importante, porque es la que transciende.

Yendo específicamente a los conceptos que se mencionaron, cuando hablamos de Patria siempre nos remitimos a casi nada. La patria puede ser todo. Sin embargo, este concepto se transformó en un término totalmente asociado a lo castrense y en ningún sentido a lo popular. ¿Por qué la patria no es asociable, por ejemplo, a las luchas de los trabajadores y trabajadoras? ¿Por qué la patria no son, también, las luchas desesperadas de los pueblos indígenas por sus tierras? ¿Por qué La Patria no se vislumbra en las expresiones culturales más combativas que siempre tiraron la cuerda del progresismo? Porque la Patria, hoy por hoy, remite mucho más al orden y a lo estático que a lo dinámico cristalizado en una sociedad que pretende transformarse a través de la política.

Con El Honor la historia no es tan distinta: el honor puede ser la diginidad, la valentía, o el orgullo de sostener una batalla por algo, excepto que ese honor provenga de los sectores más vulnerables o marginales y que implique una batalla por alguna necesidad, o una protesta sostenida, una marcha que genere “caos” de tránsito. La gente que participa en ese tipo de luchas parece no tener honor: casi siempre son “arrastrados” por beneficios y dádivas de corto plazo.

El desprecio por el Populismo está absolutamente ligado a esto. Porque el populismo se ha ido transformando en sinónimo de compra de votos. Con esos conceptos en la cabeza es que muchos justifican, pobremente, el apoyo sostenido de los sectores más vulnerables al rumbo de los últimos años. Lo importante, sin embargo, es saber que se puede lograr el sostenimiento de un modelo inclusivo, que responda a demandas de varios sectores, y que esto no tiene que estar necesariamente asociado al clientelismo político.

Los dos actos masivos que tuvieron lugar en la Avenida 9 de Julio y en Luna Park dejaron discursos en los que se reclamó seguir avanzando por lo que falta. “O profundizamos la política de distribución de la riqueza o volvemos para atrás a la picadora de carne en la que nos metió la derecha en los ‘90”, dijo Hugo Yasky en su discurso. Los 90 no fueron sólo una picadora de carne, sino una gigantesca trituradora de idea, sostenida por un discurso de desprecio hacia lo político. En este sentido, el rol que le cabe a la juventud es clave, porque es, aunque suene trillado, la portadora más fuerte de los nuevos valores. Resignificar verdades que se consideran estáticas es un trabajo a largo plazo. Porque la patria también es, utilizando un concepto de Jacques Rancière, la parte de los sin parte, de los que todavía falta integrar a un modelo que tiende a ser inclusivo, pero que hay que profundizar. La juventud, en su mayor parte, parece ser conciente de esto. El resurgir de la militancia es la expresión más clara de esta transformación.

Queremos que la patria sea, por fin, el honor de vivir en una sociedad más igualitaria. Aunque muchos llamen a eso populismo.




Entre las discusiones políticas de los últimos meses tuvo lugar una falsa antinomia que merecería ser saldada teniendo en cuenta, entre otras cosas, el espacio que compartimos desde el EDE y la visión de país de la cual, más allá de diferencias naturales, todas y todos participamos. Quienes hayan seguido algunos debates televisivos y reportajes a líderes sociales y a algún que otro funcionario, habrá escuchado contraponer, en una peculiar, extraña y contraproducente visión de la realidad política, al peronismo con el progresismo, como dos identidades incompatibles a la hora de pensar un proyecto y, en términos concretos, un frente común con aspiraciones de gobierno.


Hay, cuanto menos, una verdad bastante fácil de comprender: resulta mucho más espinoso definir al peronismo que al progresismo. La categoría de “peronista” interpela a sectores tan disímiles entre sí que transforman el concepto en un significante semi vacío en el cual pueden encasillarse desde defensores del neoliberalismo y representantes de la derecha más tradicional hasta profundos defensores de los derechos humanos, la igualdad y la necesidad de que el Estado regule las injusticias que siembra el mercado. Pero...¿Qué significa ser peronista y no ser progresista? ¿Tiene sentido plantear esta división? No caben muchas alternativas: o bien es una confesión de quienes se sienten parte de los sectores conservadores del peronismo, o bien –y este es el caso que debe tenerse en cuenta- se hace referencia a un supuesto desprecio entre espacios que deben cofluir. Han aparecido categorías y frases como “progresismo blanco” o “el poder de los negros” - mucho más vinculables a sectores que hacen de la fragmentación social su núcleo de ideas- que están alejadas de la voluntad integradora del EDE.


Desde este espacio quedó demostrado, en las últimas semanas más que nunca, que el diálogo incluye y debe incluir a cualquier sector que acompañe las ideas de revalorizar la política, foralecer los roles del Estado, priorizar la inclusión de los sectores más vulnerables, defender a ultranza los Derechos Humanos y que tenga aspiraciones de gestión para transformar lo que se presenta como dado.

Si los rumbos son compartidos, la visión del mundo apunta hacia un mismo lado y la ambición de gestionar para hacer que esta sociedad continúe profundizando el camino hacia la equidad es una causa común, la dicotomía progresismo Vs peronismo no puede ser más que una débil interpretación de la realidad, que resta a la hora de pensar en ampliar espacios . La conclusión, siempre sostenida desde el EDE , es una sola: lo que debe ir junto no debería estar separado.


Como titularía la revista Barcelona, ahora dicen que la juventud volvió a la política. Y es así. Fueron 27 años signados por el terror, la exclusión y la desesperanza los que montaron una sociedad apática, tímida y desmovilizada. Razones había: 30.000 compañeros desaparecidos, desmantelamiento industrial, desempleo galopante, y un repiqueteo mediático constante que llamaba a desconfiar de la política y de los políticos, y a procurar apenas la salvación individual. Y ahí los grandes se borraron, y los jóvenes se hicieron adultos sin nada en que creer, sin nada que los convoque a luchar.

Dolió y aún duele. Toda esa historia pesa en nuestras espaldas y se expresa en un presente en el que las desigualdades aún son grandes. Pero dicen que volvieron los jóvenes, y lo primero que volvió fue la política. La política como discurso y como herramienta, capaz de interpelar a los poderosos, de dar vuelta la tortilla, como dirían las abuelas. Y entonces las fuerzas armadas eran puestas al servicio del pueblo y no en su contra. La memoria y la justicia se encontraban y que entonces había futuro. Que los pueblos hermanos eran hermanos. Y se podía cuestionar a los poderes fácticos de los medios de comunicación y de la economía local e internacional. Y el Estado recuperaba sus funciones, las asumía y transformaba sus recursos en derechos antes negados. Y entonces hubo asignación universal y matrimonio igualitario.

Entonces si, volvió la política. Y los jóvenes volvieron a la política. Entendiendo que es ésta y no otra la forma de transformar la realidad. Volvieron -volvimos-, aunque algunos nunca nos habíamos ido. La juventud volvió para ser parte, para tomar la palabra y para poner el cuerpo en cada paso. Porque la justicia no se logra sin resistencia. Volvimos para militar con alegría. En las escuelas, en las universidades, en los clubes, en los barrios. Con alegría y por supuesto con coraje. Porque los cambios son urgentes, y son posibles si los hacemos posibles. El horizonte lo trazan los pueblos.

El EDE no sólo acompaña este camino. Es decididamente parte de él. En Morón, y en todo el país, el Encuentro ha mantenido en alto las banderas que hoy flamean. Las de la integración, la justicia, los derechos humanos, la igualdad de género y la redistribución de la riqueza. Y lo hemos hecho con nuestra identidad. Sin resignar autonomía como partido, pero intensamente comprometidos con nuestro pasado, presente y futuro.

El Encuentro es una fuerza jóven poblada de jóvenes. En momentos en que la política vuelve al almacen y a la mesa familiar. En que se pretende presentar como crispación el renacer de los debates antes silenciados, las y los jóvenes tenemos mucho que decir y que hacer. El presente está plagado de desafíos, pero también de esperanzas. Así lo demostró la marcha del último 24 de Marzo, donde cientos de miles de jóvenes nos encontramos para decir nunca más, pero también nunca menos. Acompañando a Cristina en la Nación, con Martín en la Provincia y Lucas en Morón, las y los jóvenes del Encuentro vamos a seguir poniendo el cuerpo a la construcción de un país más justo e inclusivo.


EL 24 DE MARZO MARCHAMOS A PLAZA DE MAYO
A 35 años del golpe de Estado
Memoria. Verdad. Justicia

Desde Morón: 14.30 hs. en el Paseo de las Artes de Morón (Rivadavia entre Casullo y Juan José Valle, Morón centro)
16 hs. Concentramos en Avenida de Mayo y Avenida 9 de Julio. Ciudad de Buenos Aires


El líder de Encuentro por la Democracia y la Equidad, Martín Sabbatella, lanzó como candidato a intendente de Morón, a Lucas Ghi (actual jefe comunal) de cara a las elecciones de 2011. El anuncio lo realizó frente a uno 500 militantes que participaron del congreso partidario realizado este fin de semana en la localidad de El Palomar. "Si bien serán los mecanismos institucionales partidarios y luego el cumplimiento de lo que marca la nueva ley electoral lo que deje designado a todos nuestros candidatos y candidatas, teniendo incluso que participar de las elecciones primarias de agosto del año próximo, yo le propongo a este congreso que impulse a Lucas Ghi como nuestro candidato a intendente de Morón para el período 2011 – 2015", dijo el diputado nacional Martín Sabbatella.