EL CAMPO INVISIBILIZADO: MOVIMIENTO NACIONAL CAMPESINO INDIGENA
Conforman la organización rural más grande del país, con 15 mil familias campesinas. Enfrentan a la Mesa de Enlace y apuestan a otro modelo agropecuario. “Que la Mesa de Enlace hable de pobreza es como Videla hablando de democracia”, ironizan.
Crían animales para autoconsumo y cosechan algodón, son arrieros y trabajadores de la vid, hacheros y productores de carbón. Poseedores ancestrales de parcelas donde trabajan y viven desde hace generaciones. El Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) está integrado por quince mil familias de siete provincias, la base de la pirámide rural, hombres y mujeres que les ponen el cuerpo a los trabajos duros del campo, manos curtidas e ideas claras. “No sembramos soja, no entendemos la tierra como un negocio, no somos ricachones que explotan a trabajadores rurales. Quizá por eso los medios de comunicación y la clase política no nos llaman ‘campo’”, resumen. En la vereda de enfrente de la Mesa de Enlace, paradójicamente también son excluidos por el Gobierno: “La soberanía alimentaria que practicamos es contraria al modelo de agronegocios actual”. Advierten que una baja en las retenciones de soja traerá aparejado un avance del monocultivo y consideran “cínico” que la Sociedad Rural se refiera a la pobreza. Tres integrantes del MNCI –Diego Montón, Ramiro Fresneda y Ariel Méndez– apuntan al reclamo de fondo: un cambio de modelo agrario.
–¿Por qué gran parte de la sociedad urbana utilizan Mesa de Enlace como sinónimo de campo y se olvidan del sector campesino?
Diego Montón: –La Mesa de Enlace representa principalmente a empresarios y corporaciones que se benefician de la alta concentración que existe de la tierra, los bienes naturales y los mercados. Para ellos, propiedad privada y ganancia desmedida son los principales pilares de una sociedad. Para ellos, la tierra es una mercancía más. El verdadero campo no tiene nada que ver con eso: la tierra, la naturaleza y las familias campesinas son vida, solidaridad y trabajo.
Ramiro Fresneda: –Actualmente, la verdadera población rural está siendo avasallada por la Mesa de Enlace, el agronegocio, que intenta despojarnos de la tierra y los medios para producirla. Invierten mucho dinero en crear esa falsa imagen de que son campechanos y laburadores, pero es todo un cascarón armado junto con los medios de comunicación.
Ariel Méndez: –Históricamente, los sectores agropecuarios se agremian alrededor de organizaciones que los representan en su carácter productivo y clasista. Las organizaciones que componen la Mesa de Enlace representan a sectores altos y medios de la burguesía agraria. No somos parte de ese campo con soja, superávit y dirigentes ricachones nucleados en entidades tradicionales que nunca han metido las manos en la tierra y que explotan a nuestros compañeros.
–¿Por qué permanece la idea que Federación Agraria representa a pequeños productores?
D. M.: –FAA invierte mucho dinero en los medios para generar esa idea, que es falsa. Si Eduardo Buzzi es pequeño productor, ¿qué es doña Ramona Bustamante, en Córdoba, con sus pocas hectáreas, escasa agua y pocos animales?
R. F.: –En algún momento habría que definir claramente a qué se le llama “pequeño” productor. Como lo entiende el sector campesino, FAA está desde hace tiempo compuesto por medianos y grandes empresarios del agro. Sería importante que algún periodista le pregunte a Buzzi o De Angeli cuánto dinero ganan al año, quizás ahí sabremos qué tan pequeños productores son.
A. M.: –En la década del ’90, los productores de FAA que no se sojizaron desaparecieron y la entidad no hizo nada por ellos. Además, la entidad no dice que sus afiliados, con la complicidad del sistema político y jurídico, desalojan campesinos. Además, esos empresarios no cosechan alimentos en beneficio del pueblo, producen forrajes para la especulación en el mercado externo.
–Cuando comenzó la pelea por la Resolución 125, ustedes señalaron que Mesa de Enlace y Gobierno eran socios que se estaban peleando por una porción de la torta y que en algún momento arreglarán. ¿Cómo lo ven hoy?
D. M.: –Siempre dijimos que apoyamos la política de retenciones, pero eso es insuficiente. Es claro que no hay política para el campesinado, para el indígena, que somos los sujetos que podemos cambiar la lógica productiva.
A. M.: –La Secretaría de Agricultura está hecha a medida de la Mesa de Enlace y estos empresarios reciben millones de pesos de subsidios, mientras que los campesinos y agricultores familiares apenas ven migajas que en total no llegan al 5 por ciento del presupuesto total.
–¿La pelea es por la rentabilidad?
D. M.: –Es económica e ideológica. La rentabilidad de la soja es enorme, aun con retenciones y gastos de producción. Los agroempresarios ganan muchísimo dinero. Sería cuestión de ir a ver cómo viven estos señores y las propiedades que tienen. Pero es también una lucha ideológica porque el modelo de agronegocios no acepta que un Estado actúe regulando la economía ni acepta retenciones ni regulación de exportaciones, que son tibias maneras de intervenir el mercado.
R. F.: –Para el modelo de agronegocios, la única intervención posible es el subsidio a las empresas; el resto es una herejía y por eso combaten con tanta belicosidad.
–¿Si se bajan las retenciones habrá más sojización?
D. M.: –Sin duda. Bajar las retenciones es dar una ganancia tan exagerada que todos los empresarios van a querer producir más soja.
R. F.: –Es una relación simple y directa: si bajan las retenciones, aumentan las hectáreas con soja, los desmontes y la contaminación y baja el trabajo genuino.
A. M.: –Avanzarán sobre otros cultivos, lo que llevará al aumento de precios de los alimentos.
–¿Qué les significa escuchar a la Mesa de Enlace hablar de pobreza?
D. M.: –Hipocresía y arrogancia. Que la Mesa de Enlace hable de pobreza es como Videla hablando de democracia. No se puede hablar del hambre y tirar la leche, desabastecer a la población de alimentos y sólo pensar en su gran rentabilidad.
Modelos opuestos
–¿Cuál es el modelo agropecuario del MNCI?D. M.: –Sólo es posible salir del hambre si el país apuesta por la soberanía alimentaria, que es la posibilidad de que el país tenga un propio proyecto alimentario, que produzca la variedad de alimentos que necesita y no que vengan las compañías semilleras y químicas a imponer qué debemos producir.
R. F.: –Contamos con proyectos de ley concretos sobre problemáticas campesinas indígenas, redistribución de tierras basada en la reforma agraria integral, iniciativas productivas comunitarias, desarrollo local y economía social, educación y salud para el sector. Pero son propuestas no escuchadas por los medios de comunicación y la clase política.
A. M.: –Uno de los puntos que nos separa del actual modelo es la relación que las comunidades tenemos con el territorio. Los políticos, las empresas y la Justicia ven la tierra y el agua como mercancía y propiedad privada. Para nosotros es historia y cultura.
–FA también habla de soberanía alimentaria. Incluso el Gobierno.
D. M.: –El término soberanía alimentaria lo desarrolló y difundió la Vía Campesina, de la cual somos parte. Hoy es un honor que muchas organizaciones lo estén trabajando y difundiendo y colocando como un eje estratégico. El caso de la FAA es hipócrita y traidor porque toman las palabras y las vacían de contenido.
R. F.: –Soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a producir sus alimentos, a ser soberanos de su producción y consumo de alimentos, respetando su cultura y satisfaciendo plenamente sus necesidades. ¿Cómo hablan de soberanía alimentaria si su problema es cómo exportar soja y obtener inmensas ganancias?