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Continuar por esta avenida

Martín Sabbatella Diputado Nacional, presidente del bloque Nuevo Encuentro.

Existe una derecha desenfrenada, que lo que quiere es cambiar de avenida, volver a la avenida del neoliberalismo, salir de la integración regional para retornar a las relaciones carnales

Argentina atraviesa un momento especial de su historia. La conmemoración de los 200 años de la Revolución de Mayo ha hecho que volvamos la mirada sobre lo que fuimos y lo que somos como sociedad y como Nación. En estas jornadas, no sólo festejamos lo ocurrido dos siglos atrás, sino que recorrimos el trayecto desde entonces hasta nuestros días, como una forma de abordar el hoy y de proyectar lo que deseamos y lo que podemos ser. Este Bicentenario encuentra a la Argentina transitando una avenida de cambios importantes, una avenida distinta a la de las últimas décadas del siglo pasado.

Nosotros, militantes de una fuerza política como el Encuentro, abordamos este momento histórico decididos a ser protagonistas. No nos contentamos con ser espectadores de la historia. El mejor homenaje que podemos hacer a aquellos revolucionarios es aportar nuestro compromiso a la construcción de la Patria Grande que soñaron, ser obreros de esa obra y no visitantes esporádicos y protocolares de vivencias rebeldes cuyos cometidos, en muchos casos, aún están pendientes.

A eso debe nuestro esfuerzo por construir un partido lleno de debate y de militancia como es el Encuentro por la Democracia y la Equidad, que confluye con otras fuerzas progresistas y populares en el Nuevo Encuentro.

LAS TRADICIONES Y EL PRESENTE. Una fuerza política se define a través de muchas cosas. Explica, por ejemplo, hacia dónde quiere ir y cuál es la sociedad que sueña, según cómo se reconoce en la historia, con qué hitos y protagonistas se identifica y de cuáles se distancia. (…) Nuestro partido edifica su identidad en las luchas emancipatorias americanas y nacionales, en los movimientos populares, en los pueblos originarios, en los revolucionarios independentistas de las primeras décadas del siglo XIX.

Nos reconocemos en la chusma radical, en las vertientes de izquierda y progresistas, en los descamisados peronistas, en la resistencia a las proscripciones y las dictaduras, en el Cordobazo, en los militantes populares de la lucha contra la desigualdad, la impunidad y la injusticia, contra el neoliberalismo y la corrupción, contra la degradación política y la exclusión económica.

Nos reconocemos en la emoción de las victorias, pero también en las heridas de las derrotas de los movimientos populares. Es desde esas alegrías, desde esos fracasos, desde esos encuentros y desde el dolor de lo que aún no hemos conseguido, desde donde avanzamos hacia esa sociedad que soñamos. Una fuerza política define sus rasgos de identidad constitutivos dialogando con la historia, nutriéndose de lo mejor de ella y también relatando el futuro que propone construir. Pero, sobre todo, una fuerza política se define según cómo actúa en el presente, cómo se involucra en los debates y conflictos del tiempo y la geografía que le tocaron vivir. En ese sentido, el Encuentro es protagonista en los debates y conflictos que vive el país.

No se mantiene neutral ni equidistante en las tensiones del presente. Tomamos posición y nos definimos, con autonomía, sobre la agenda pública: apoyamos aquello que siempre defendimos y soñamos, cuestionamos lo que está mal y proponemos lo que aún está pendiente.

AIRES DE CAMBIO. La Argentina se encuentra inserta en un proceso regional de cambios importantísimos. Gobiernos como el de Lula da Silva en Brasil, Pepe Mujica en Uruguay, Rafael Correa en Ecuador, Hugo Chávez en Venezuela, Fernando Lugo en Paraguay, o Evo Morales en Bolivia, entre otros, dan cuenta de una etapa de profundas transformaciones en la región, con un protagonismo impresionante de las mayorías populares; en claro contraste con las políticas neoliberales y de pensamiento único que asolaron América Latina en las décadas pasadas. Ningún proceso histórico, político, social, económico, es lineal y perfecto. Todos los mencionados son complejos, contradictorios, llenos de matices. La Argentina también atraviesa un proceso que, con contradicciones, con claroscuros, con marchas y contramarchas, avanza en una dirección interesante, abriéndose paso en debates y con políticas positivas, opuestas a las que vivimos en los ’90 y que despiertan una dura resistencia conservadora, de parte de los mismos que habían consagrado sus privilegios desde la dictadura.

Creemos que la Argentina empezó a transitar por una avenida distinta a la anterior, una avenida que permitió que vuelva la política con fuerza, que se corrieran las fronteras de lo posible, que se pusieran en escena debates que los ’90 habían querido clausurar, que revalorizó el rol del Estado, la perspectiva de Derechos Humanos, la distribución de la riqueza, la integración regional, entre otros. A pesar de las cosas que no compartimos y aún con lo mucho que queda por hacer, no desconocemos los pasos positivos dados, porque desconocerlos o rechazarlos sería ir contra nuestra propia historia, contra muchas banderas que fueron y son las de nuestro espacio político.

En síntesis, con autonomía pero sin neutralidad ni equidistancia, queremos ir por más, no por menos. Queremos defender lo construido sin aceptar el techo, porque el futuro que deseamos está más allá de este techo, pero incluye y necesita el piso de lo que se construyó en estos años.

Existe, además, una derecha desenfrenada, que lo que quiere es cambiar de avenida, volver a la avenida del neoliberalismo, salir de la integración regional para retornar a las relaciones carnales, salir de la discusión del valor del Estado como garante de derechos para volver a endiosar al Mercado, salir de la búsqueda de la Memoria, la Verdad y la Justicia para recuperar la impunidad.

Tenemos mucho para discutir y hacer: esencialmente, profundizar las políticas distributivas en la lucha contra la desigualdad y construir una nueva cultura política que mejore la calidad de nuestra Democracia. Pero no queremos cambiar de avenida, porque lo que soñamos se alcanza desde esta avenida de pensamiento: cambiando lo que hay cambiar, profundizando lo que hay que profundizar, sumando lo que hay que sumar y desprendiéndonos de aquello que lesiona el rumbo e impide ir por más. Asumimos el presente con la complejidad que tiene, con sus contradicciones, y buscamos, desde nuestra propia fuerza política, intervenir para transformarlo a favor de los millones que deseamos y merecemos vivir en un país más justo.

Insistimos: no nos resignamos a los límites del presente, no nos rendimos ante quienes dicen que este es el máximo al que se puede aspirar. Y, asimismo, tenemos claro que del otro lado hay una oposición que quiere retroceder y volver a las recetas que ya sufrimos.

Por eso el Nuevo Encuentro. Porque es necesario construir un proyecto colectivo que vuelva a enamorar, que defienda, por convicción y no por conveniencia, el rumbo de transformaciones iniciado, que pelee por lo que falta y continúe edificando la Patria Grande que soñaron muchos y muchas en toda nuestra historia.

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